sábado, 9 de marzo de 2013

Cuidado: Tengo mis armas y sé usarlas

Llevo un tiempo leyendo a mis hijos cuando se van a dormir.

Está claro que hay que contrarrestar a este sistema educativo obligatorio cuyo objetivo es convertirlos en consumidores obedientes e ignorantes.

Así que estoy luchando con mis propias armas.

El objetivo es que amplien su vocabulario y se acostumbren a tramas complejas.

No como en esas imitaciones de libros con más dibujitos que letras que les hacen leer en la destructiva escuela.

Cuidado, que no se me malentienda: un buen cómic también puede ser una arma estupenda contra la estupidez.

Comencé leyéndoles "20.000 leguas de viaje submarino" de Jules Verne, pero hacia la página 100 Álex me dijo que le aburría, así que lo dejé ahí para más adelante y comencé a leerles "Charlie y la fábrica de chocolate" de Roald Dahl.

Habían visto la película, la más nueva - algo menos fiel al libro que la de 1973, y se lo conocían, así que fue fácil que estuvieran atentos.

Y ayer llegamos al final del libro, Charlie se quedó con la fábrica y todo eso.

Entonces, para substituirlo, he comenzado a leerles "La isla del tesoro" de Robert Louis Stevenson, el clásico de piratas.

En realidad estoy en contra de la clasificación por edades, sólo enfrentándose a los obstáculos se puede avanzar en esta vida.

La vida no entiende de clasificaciones estúpidas.

El hecho de que haya dejado "20.000 leguas de viaje submarino" por un tiempo no tiene nada que ver con su vocabulario complicado.

Tiene que ver con que un libro gusta o no gusta.

Por si no lo sabes, las supuestas críticas objetivas de los libros son GILIPOLLECES.

Ninguna obra creativa en general es mejor o peor siguiendo unas pautas creadas por algún ser sin imaginación que no ha creado nada en su vida excepto estas normas.

Por ello, una de las tácticas del sistema educativo para hacer odiar la lectura a los niños es obligarles a leer libros que no les gustan, y luego obligarles a hacer resúmenes, críticas y chorradas por el estilo.

Incluso el obligarles a hacer resúmenes, críticas y chorradas por el estilo convierte a los niños que les gusta leer en odiadores eternos de la lectura.

Un libro es mejor o peor según el gusto subjetivo de cada cual.

También, ocurre que los gustos cambian, y por eso un libro que hoy no te entra, mañana puede que sí lo haga; y esto sucede constantemente en el tiempo: obras despreciadas en el momento de su creación que luego son alabadas como geniales por las generaciones posteriores.

Por lo tanto, de momento seguirán programando a mis hijos en esos centros penitenciarios para niños, pero tengo mis armas de desprogramación a mi alcance y sé cómo usarlas.

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