Dos mil veintitrés es el año en el que la IA ha llegado a nosotros, los pobres mortales.
Ahora mismo, por ejemplo, no estoy escribiendo, estoy dictándole a mi móvil lo que tiene que aparecer escrito.
Todavía no es perfecto, pero es muy cómodo. Porque esforzarse cansa.
También podría haber usado una IA que escribiera este escrito pero he preferido poner mis palabras personalmente, aunque sea dictándolas. Lo importante siempre es tener opciones a nuestro alcance.
Y qué decir de lo que se puede hacer gráficamente. La imagen que abre este escrito es una composición que he realizado con ayuda de programas con IA. El fondo es una fotografía mía, la modelo, del siglo pasado, era una imagen en blanco y negro que he coloreado, y luego he añadido la decoración y las letras.
Antes usaba un programa de OCR para extraer texto de imágenes. Luego compartía el texto con un traductor, lo tenía que copiar y pegar. Ahora, uso un programa que traduce directamente en la propia imagen e incluso me deja copiar el texto traducido.
¿Y qué decir de mis manuscritos? Hay una app que reconoce mi letra escrita y me la convierte a texto manejable. Y luego puedo pasar ese texto a una voz artificial que lo lee en voz alta. E incluso añadir esa voz a un vídeo. Una pasada.
Las posibilidades están sólo limitadas por nuestra imaginación. Es decir, quien no quiere aprovecharse de la tecnología es porque no quiere. Todo lo necesario está disponible en nuestro bolsillo, en nuestro móvil.
¿Qué nos deparará el 2024? Sólo los pitonisos lo saben. Pero me emociono sólo pensándolo.
Hala, vamos a dar una nueva vuelta en este mundo extraordinario. Por aquí nos encontramos.
Publicado primero en 'Caos y desorden' https://bit.ly/3NHjzff
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