A veces se me van las ganas de hacer cosas.
Suele ocurrir en verano, con el termómetro hacia los 30 grados.
El sudor no me permite acercarme a un papel o un teclado, y mi cerebro parece líquido.
Y así pueden pasar días que hago lo que puedo, pero no demasiado.
En casa no tengo aire acondicionado.
Eso es de ricos.
Así que me derrito.
Y cuando pueda recojer con la fregona las partes de mí, podré volver a tener ganas.
O algo así.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dime, ¿qué opinas sobre este post?