Entre los llamados "defensores de la red" priman los lloricas a los que les gusta hacerse las víctimas y que presumen de pasarse de listos al siempre "defender estar dentro de la ley para no darles excusas."
Eso son GILIPOLLECES.
Cuando las leyes son injustas el único camino efectivo es el más sencillo: desobedecerlas.
La supervivencia de estos estados opresores conducidos por gobiernos corruptos depende de la cantidad de miedo coaccitivo que puedan transmitir, y que la población pueda creerse.
Y ese miedo es un puto farol. Porque esos gobiernos, en cuanto a poder, sólo existen porque la plebe, o séase nosotros, les obedecemos.
Lo repetiré por activa y por pasiva, sobre todo para que esos señoritos titulados universitarios con la cabeza llena de pájaros lo entiendan: el poder deja de ser poder sobre ti cuando lo desobedeces.
En realidad no es difícil de entender, ¿verdad?
Lo que pasa es que esos lloricas a los que me refería al principio tienen un status quo y unas apariencias que mantener, e ir màs allá del blablablà los caga de miedo: prefieren ser disidencia controlada a ser disidencia real. Y por ese camino ya sabemos que lo único que se consigue es mantener el juego del poder hasta el infinito.
No, este Cuarto Reich acaba aquí y ahora.
Dice el escritor libertario estadounidense Adam Kokesh en su último libro, Freedom (Libertad), que "la gran mentira del gobierno es que existe por el bien de sus víctimas." Y yo me permito añadir: "El estado no está para protegerte, sino para explotarte. Y si no te explota lo suficiente, te considera ilegal, inservible y eliminable."
Pues eso, que lo tengamos claro, hacerse los listillos y "usar todos los mecanismos de la ley" contra aquéllos mismos que cambian las leyes a su antojo es de estúpidos borregos. Gente que, o es parte del mismo sistema del poder para controlar a la disidencia, o son unos ilusos de tomo y lomo que no tienen ni puñetera idea de cómo funciona el mundo real.
No hay más, la línea roja ya fue traspasada hace mucho tiempo, no podemos esperar a ser transportados en trenes como ganado a los campos de concentración; el masón Benjamin Franklin ya lo dijo: "Aquél que sobrepone la seguridad a la libertad, acabará por no tener ni libertad ni seguridad."
Así que, lo reitero, solamente hay un camino aceptable para combatir a las leyes injustas: desobedecerlas.
Seamos todos culpables.
Porque, párate a pensarlo, ¿van a tener cárceles suficientes para que quepamos todos? ¿Van a tener esbirros suficientes para capturarnos a todos? Nosotros somos muchos y ellos son pocos y cobardes. Métetelo en la mollera.
Descubramos la cara de pánico que se les quedará a los opresores y a sus acólitos lameculos cuando se den cuenta de que su "poder y violencia" ya no les sirve de nada, y de que el miedo está en su bando para quedarse.
La victoria será dulce.
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